martes, 18 de abril de 2017

Cerro de la Reyna (o del Ombligo), en Tonalá, Jalisco



Un punto relevante en Expediente Is34:14 es el denominado —primero— cerro del Ombligo o —aunque luego— de la Reyna, en homenaje a Tzapotzintli o Cihualpilli, entonces regente de la ancestral Tonallán (cuyo nombre significa «lugar por donde sale el sol»), hoy en día reconocida como ciudad de Tonalá, anexa a la zona metropolitana de Guadalajara.
Esta elevación fue testigo de la feroz batalla entre las fuerzas conquistadoras de Nuño de Guzmán contra la disidencia del pueblo autóctono en 1530. Tras dicha derrota, Guadalajara encontraría aquí su emplazamiento por unos meses; después, como es sabido, los fundadores la harían emigrar.
He aquí evidencia gráfica del 7 de abril de 2017. Las autoridades vigentes del bello municipio tonalteca, una vez el frustrado intento de privatizar este monumento histórico natural, ¿habrán optado por su descuido?, sobre todo de la legendaria «piedra Encantada» (roca saliente del edificio cerril situada en la pendiente norte de la elevación), al punto de que por vandalismo ya han segmentado la emblemática roca, eso sin contar los graffitis e inscripciones que hay en torno y sobre dicha masa pétrea. Por si fuera poco, visitantes inconscientes tiran basura por doquier.
Lo anterior es triste, pues se trata de uno de los escasos elementos culturales prehispánicos supervivientes en la zona metropolitana de Guadalajara. Bien merece su pronta recuperación y restauración, ¿no creen ustedes?


Aquí se transcribe, con sus correspondientes correcciones, el texto de la supuesta leyenda con que se puede conocer el episodio de la piedra Encantada; nos reservamos para una ocasión posterior nuevos datos sobre la misma:


"La leyenda tiene de protagonista un hombre de la población de Coyula, que tuvo que ir a Tonalá a medianoche a buscar velas, ya que su mamá acababa de fallecer.
"Para acortar camino, cruzó por el cerro. Era un jueves santo. En lo alto encontró una pareja bien vestida. Mientras conversaban, cruzó frente a ellos una gallina seguida por sus pollitos. La pareja invitó a que la siguieran y él aceptó.
"La gallina los condujo hasta una piedra, la cual dejaba ver la entrada de una cueva. La pareja invitó a que les acompañara y penetraron.
"En el fondo de la cueva había otro mundo similar al que vivió Cihualpilli y su gente. Había guerreros que custodiaban el acceso al lugar, los cuales iban ataviados a la usanza de la época y sostenían en sus manos lanzas.
"Al fondo, se podía apreciar el tesoro de la reina. El hombre, maravillado, se entretuvo viendo aquel mundo del que su imaginación nunca pudo reproducir.
"La pena que embargaba a aquel hombre (por volver a casa junto a su madre difunta) fue mayor que su codicia, por lo que decidió marcharse.
"Al regresar a su pueblo, la sorpresa fue mayúscula, ya que todo el mundo lo daba por muerto y su mamá ya había sido enterrada, y el burro en que se fue, regresó (al tiempo), por lo que pensaron que le había pasado un accidente. Lo que para él fue unos minutos, para su gente fue un año desde que salió a buscar velas.
"Mientras algunos cuentan que la gallina la acompañan 12 pollitos, uno por cada mes del año y que sólo hace su aparición los jueves santos a las 12 de la noche, otros dicen que es la gallina de los huevos de oro y quien logre seguirla se hará muy rico."




jueves, 6 de abril de 2017

«Expediente Is34:14» de 2017, en su segunda edición

Ésta es la portada de 2017 de Expediente Is34:14, ya en su segunda edición. Quedó para chuparse los dedos. Su olor a papel nuevo y tinta fresca es seductor y la tipografía está que es una delicia leerlo. Nueva edición, nueva portada, corregida y aumentada. Si no has leído este libro, pídelo y averigua por qué cada día se suman más lectores a esta historia de vampiros en la urbe tapatía, tras décadas que no aparecía una novela en forma de esta especialidad en Jalisco. Si no radicas en la zona metropolitana de Guadalajara, se te envía. La precuela se está cocinando, así que de favor paciencia a quienes ya la exigen. Atrévete en esta aventura, es una novela que se lee a la velocidad de la sangre en las venas.

domingo, 12 de octubre de 2014

«Nosferatu», la película en sus dos versiones


A partir de la novela Drácula, de Bram Stoker, y sobre la adaptación de otro filme, el de F. W. Murnau de 1922, en 1979 se lleva de nuevo a la pantalla grande bajo la dirección de Werner Herzog, con el título de Nosferatu, Vampiro de la noche (Nosferatu: Phantom der Nacht).

Jonathan Harker parte de Wismar a Transilvania, rumbo al castillo del siniestro conde Drácula. Un jugoso trato de bienes raíces lleva al joven hasta aquellas tierras contaminadas por la superstición y los crímenes; especialmente habrá de ofrecerle una mansión en su ciudad, con la que advendrá a Europa una maldición. La fotografía de Lucy, la amada de Harker que este lleva consigo, hará que Nosferatu busque su inmediato traslado a Wismar, donde con su sombra llegará el terror y la muerte. No dejes de verla...





¿Deseas ver y comparar el clásico de Nosferatu, de 1922, con la de versión de 1979? Aquí te dejo el enlace, es una manera de aprender más sobre cine y sobre el mito vampírico que parece no agotarse jamás...

Nosferatu (1922)


sábado, 23 de agosto de 2014

Los vampiros según Voltaire


Vampiros vistos por François Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire (1694-1778), escritor, historiador, filósofo y abogado francés, cabeza de la Ilustración, época en que la razón humana, la ciencia y el respeto a la humanidad ascendieron en el ideal intelectual. Nos legó este agudo, muy sabroso y no menos erudito artículo al respecto. Así nos refiere que se veía a los vampiros el autor de Cándido o el optimismo, y añade (claro, en tono sarcástico) que los muertos tendrían gran apetito: «Los platos más delicados y de poca substancia, como los merengues y la crema, se los comía el alma, y el rost-bif y el bifs-teak se los comía el cuerpo.» Leamos el artículo, merece la pena...


Vampiros

¿Es posible que haya vampiros en el siglo XVIII, después del reinado de Locke, de Saftersbury, de Trenchard y de Collins? ¿Y en el reinado de d'Alembert, de Diderot, de Saint Lambert y de Duclós se cree en la existencia de los vampiros, y el reverendo benedictino dom Agustín Calmet imprimió y reimprimió la historia de los vampiros con la aprobación de la Sorbona?

Los vampiros eran muertos que salían por la noche del cementerio para chupar la sangre a los vivos, ya en la garganta, ya en el vientre, y que después de chuparla se volvían al cementerio y se encerraban en sus fosas. Los vivos a quienes los vampiros chupaban la sangre, se quedaban pálidos y se iban consumiendo; y los muertos que la habían chupado engordaban, les salían los colores y estaban completamente apetitosos. En Polonia, en Hungría, en Silesia, en Moravia, en Austria y en Lorena, eran los países donde los muertos practicaban esa operación. Nadie oía hablar de vampiros en Londres ni en París. Confieso que en esas dos ciudades hubo agiotistas, mercaderes, gentes de negocios que chuparon a la luz del día la sangre del pueblo; pero no estaban muertos, sino corrompidos. Esos verdaderos chupones no vivían en los cementerios, sino en magníficos palacios.

¿Quién es capaz de creer que la moda de los vampiros la adquirimos de Grecia? No de la Grecia de Alejandro, de [181] Aristóteles, de Platón, de Epicuro y de Démostenes, sino de la Grecia cristiana y por desventura cismática.

Hace mucho tiempo que los cristianos del rito griego creían que los cuerpos de los cristianos del rito latino, que se enterraban en Grecia, no se pudrían, porque estaban excomulgados. Creían precisamente lo contrario que nosotros los cristianos del rito latino, que creemos que los cuerpos que no se corrompen son los que tienen impreso el sello de la bienaventuranza eterna, y en cuanto se pagan a Roma cien mil escudos por la canonización de cada santo, tributamos a éste la adoración de dulía.

Los griegos están convencidos de que sus muertos son hechiceros, y les dan el nombre de «broucolacas». Los muertos griegos van a las casas a chupar la sangre de los niños, a comerse la cena de los padres y de las madres, a beberse el vino y a romper todos los muebles. Sólo puede hacérseles entrar en razón quemándolos cuando los atrapan; pero se necesita tener la precaución de no ponerlos en el fuego hasta después de haberles arrancado el corazón, que debe quemarse aparte.

El célebre Tournefort, emisario que mandó a Levante Luis XIV, lo mismo que otros aficionados, fue testigo de algunas jugarretas atribuidas a uno de los «broucolacas» y de la citada ceremonia.

Después de la maledicencia nada se comunica tan rápidamente como la superstición, el fanatismo, el sortilegio y los cuentos de aparecidos. Pronto hubo «broucolacas» en Valaquia, en Moldavia y en Polonia, aunque esta nación pertenece al rito romano y no le faltaba más que esta superstición, que se transmitió a toda la parte oriental de Alemania. Continuamente estuvieron ocupándose de los vampiros desde 1730 hasta 1735; los espiaron, les arrancaron el corazón y los quemaron; pero semejantes a los antiguos mártires, cuantos más quemaban más aparecían.

Calmet fue su historiógrafo, y se ocupó de los vampiros, como antes se había ocupado del Antiguo y del Nuevo Testamento, refiriendo fielmente todo lo que sobre esta materia habían dicho antes que él.

Debe ser una cosa curiosísima examinar los procesos verbales jurídicamente entablados a los muertos que salieron de sus fosas para chupar la sangre a los niños y a las niñas de la vecindad. Calmet refiere que en Hungría dos empleados que para este objeto nombró el emperador Carlos VI, con el bailío y el verdugo, fueron a formar causa a un vampiro, muerto seis semanas antes, que chupaba la sangre de los niños de la vecindad, y le encontraron cerrado en el ataúd, fresco, robusto, con los ojos abiertos y pidiendo de comer. El bailío dictó la sentencia; el verdugo arrancó el corazón al vampiro, y después de esta [182] operación ya no chupó la sangre a nadie. Después de este caso nadie debe atreverse a dudar de los muertos resucitados que llenan las antiguas leyendas, ni de ninguno de los milagros que refieren Bollandus y el sincero y reverendo Ruinard.

Encontramos historias de vampiros hasta en las Cartas judías de Argens, a quien los jesuitas acusaron de incrédulo y que luego saborearon su triunfo, cuando el citado autor refirió la historia del vampiro de Hungría, y dieron gracias a Dios y a la Virgen por la conversión de Argena. He aquí lo que dijeron del referido autor: «El famoso incrédulo que dudó de la aparición del ángel a la Virgen, de la estrella que vieron los Reyes Magos, de que se curaran los poseídos, de que se ahogaran dos mil cerdos en un lago, del eclipse que hubo de sol en luna llena, de los muertos que se paseaban por Jerusalén; tocado por la divina gracia, se iluminó su espíritu, y cree en la existencia de los vampiros».

La gran cuestión que hubo entonces fue averiguar si aquellos muertos resucitaron por su propia virtud, por el poder de Dios o por el poder del diablo. Los grandes teólogos de Lorena, de Moravia y de Hungría hicieron públicas sus opiniones y su ciencia. Recordaron todo cuanto antes San Agustín, San Ambrosio y otros santos dijeron más ininteligible respecto a los vivos y a los muertos. Trajeron a colación todos los milagros de San Esteban que están incluidos en el séptimo libro de las obras de San Agustín, y he aquí uno de los más curiosos. Quedó aplastado un joven en África en la ciudad de Aubzal bajo las ruinas de una muralla, y la viuda fue inmediatamente a invocar a San Esteban, de quien ella era devota, y San Esteban resucitó al aplastado, al que le preguntaron qué es lo que había visto en el otro mundo: «Señores, contestó a los que le preguntaban: cuando mi alma salió de mi cuerpo, encontró infinidad de almas que le hicieron la misma pregunta respecto al mundo. Yo iba no sé a dónde cuando encontré a San Esteban, que me dijo: «Devolved lo que habéis recibido». Yo le repliqué: «¿Qué queréis que os devuelva si nunca me disteis nada?» Me repitió tres veces: «Devolved lo que habéis recibido». Entonces comprendí que quería hablar del «Credo». Recé el «Credo», y en seguida me resucitó.

Citaron además los referidos teólogos las historias que refiere Sulpicio Severo en la vida de San Martín, y probaron que entre los muertos que resucitó San Martín devolvió la vida a un condenado; pero todas esas historias, aunque sean verdaderas, no tenían nada que ver con los vampiros que chupaban la sangre de los niños y luego volvían a meterse en sus ataúdes. Buscaron también en el Antiguo Testamento y en la mitología algún vampiro que pudieran presentar como caso antiguo; no [183] encontraron ninguno, pero probaron, sin embargo, que los muertos comían y bebían, fundándose en que algunos pueblos antiguos les metían alimentos en las fosas.

Cuestionaron también si comía el alma o el cuerpo del muerto, y quedó decidido que comían la una y el otro. Los platos más delicados y de poca substancia, como los merengues y la crema, se los comía el alma, y el rost-bif y el bifs-teak se los comía el cuerpo.

Decían que los reyes de Prusia fueron los primeros que después de muertos se hacían servir alimentos, y que los imitaban casi todos los reyes de entonces, pero fueron los frailes los que se les comían la comida y la cena y los que se les bebían el vino; de modo que, hablando con propiedad, los reyes no eran vampiros; los verdaderos vampiros son los frailes, que comen a expensas de los reyes y de los pueblos.

Verdad es que San Estanislao, que había comprado gran extensión de terreno a un gentilhombre polaco y no se lo había pagado, perseguido por los herederos ante el rey Boleslao, resucitó a dicho gentilhombre; pero fue únicamente para pagarle la deuda, y no se dice que diera ni un solo vaso de vino al vendedor, que se volvió al otro mundo sin comer ni beber.

Se agita con frecuencia la grave cuestión de si puede absolverse al vampiro que murió excomulgado; no soy teólogo bastante profundo para decidirlo; pero por mi parte yo lo absolvería porque cuando hay que escoger entre dos partidos dudosos, debe elegirse el más benigno.

El resultado de todo es que una gran parte de Europa estuvo infestada de vampiros durante cinco o seis años, y que hoy ya no existen; que hubo convulsionarios en Francia durante más de veinte años, y que hoy ya no los hay; que resucitaron muertos durante algunos siglos, y que hoy ya no los resucitan; que tuvimos jesuitas en España, en Portugal, en Francia y en las Dos Sicilias, y que hoy ya no los tenemos. {1}

{1} ¡Ay! ¡pero han vuelto, ilustre Voltaire! (N. del T).

sábado, 16 de agosto de 2014

¡Irene!, ¿vampiresa?

Es habitual que cuando visitamos cementerios leamos las inscripciones y epitafios de las tumbas. En el famosísimo panteón de Belén (en Guadalajara, Jalisco) hay una inscripción que me enterneció la primera vez que la vi, hace ya varias décadas. Es sencilla, contundente y conmovedora hasta las lágrimas, y de hecho es una sola palabra, y qué palabra: «¡Irene!»
  Cuánto dolor, cuánta pasión, cuánto amor hay concentrados en esta inscripción que su amante decidió labrar con su solo nombre entre signos admirativos: «¡Irene!»
  Por supuesto, para cualquier escritor (y anticipo que Dios primero he de dedicarle un cuento más adelante a esta romántica convergencia) se advertirá bastante tela que cortar en la hermosa, triangular y siniestra coincidencia que describo a continuación: nótese, el vampiro del panteón de Belén (el cual es también punto nodal en mi Expediente Is34:14), el nombre «¡Irene!» labrado en una cripta y un magnífico poema de nada más y nada menos que el universal Edgar Allan Poe.
  He buscado información sobre la Irene real, pero hasta ahora me he quedado muy limitado en la pesquisa, asimismo les debo la foto de la inscripción citada, pero por el momento les dejo este vampírico poema de Poe, que lleva justo el nombre de la amada.



Irene

A la medianoche, en la casa de junio, suave y bruna,
Permanecí de pie bajo aquella mística luna.
Un vapor embriagante, somnoliento,
Exhalaba sobre el valle su encantamiento,
Fluyendo gota a gota, suavemente,
Sobre la cresta calma del monte,
Robaba el delicado sopor musical
De aquel profundo del valle universal.
El romero crece sobre la tumba,
El lirio corre sobre la marea;
Envolviendo la niebla aérea,
Y las ruinas descansan juntas.
¡Mirad! Semejante al Leteo duerme el lago,
Un reposo sin tregua en su mundo soñado;
Y del sopor consciente no quiere despertar,
¡Toda la belleza duerme!
Allí donde sueña Irene,
Sola con su destino.

¡Oh, Dama brillante! ¿Puede ser real
Esta ventana abierta hacia la noche?
Los aires furiosos, desde la copa de los árboles
Ríen a través del trémulo cristal.
El aire descarnado, camino del hechizo,
Atraviesa la habitación con paso herido;
Ondeando las cortinas violentamente
-Tan terriblemente-
Abatiendo el frío marco cerrado,
Donde tu alma durmiente yace oculta.
Por el suelo y sobre los gastados muros,
Como fantasmas bailan las sombras.
¡Oh, querida Señora! ¿Acaso no temes?
¿Porqué permaneces aquí soñando?
De seguro puedes viajar hacia el mar lejano,
Una maravilla para estos árboles cansados.
¡Extraña es tu palidez! Extraño es tu vestido,
Pero sobre todo, extraña es tu delgada forma
En esta silenciosa y solemne hora.

¡La Señora duerme! ¡Oh, tal vez duerma
Un sueño perdurable, profundo!
El cielo te conserva en su santo seno,
Y este cuarto se ha hecho eterno,
Este lecho ha crecido, profético.
Ruego a Dios que ella pueda reposar
Por siempre con los ojos cerrados,
Mientras su pálido fantasma pasa a mi lado.

¡Mi Amor! ¡Ella duerme! ¡Oh, tal vez duerma
Un sueño interminable, incorrupto!
¡Piadosos serán los gusanos con su carne!
Lejos en el bosque, oscuro y viejo,
Tal vez las bisagras de su cripta se abran,
Una bóveda que a menudo absorbe la noche,
Y las negras alas al amanecer volverán,
Triunfantes sobre la pálida cresta,
Reina de una familia sepulcral.
Algunas criptas, remotas, distantes,
Cuyas puertas fueron abatidas por su mano de niña,
Lanzando en la infancia inocentes piedras;
Algunas tumbas, de cuyas sórdidas grietas
Ella nunca volverá a escuchar los ecos,
¡Es horrible pensar en los pobres niños del pecado!
Pues fueron los muertos quienes te llamaron.

Edgar Allan Poe



miércoles, 1 de enero de 2014

Hacia Custos Secretórum

¿Estás seguro de querer saber más sobre los orígenes maléficos del sanguinario vampiro Alfa? ¿Quién es, cuál su nombre, por qué ha elegido atacar en Guadalajara, Jalisco; sus misterios que una sombra múltiple los atesora? Expediente Is34:14 va más allá de lo imaginable, muy pronto sabrás esas respuestas en Expediente Is34:14 / Custos Secretórum, pero corre por tu cuenta el riesgo de saber: el precio es «obscuridad, temible obscuridad...» ¿Qué significa «obscuridad», cuál es su más profunda repercusión? Paciencia y sabrás. Si deseas saber de qué trata y no has leído al respecto, adquiere tu Expediente Is34:14 y empieza el 2014 con una lectura trepidante, que se lee a la velocidad de la sangre en las venas...