viernes, 11 de octubre de 2013

¿Vampiros, imposibles como los conocemos?

Foto: escena de la película muda Nosferatu (1922), por el director F.W. Murnau.


¿Vampiros, imposibles como los conocemos? Parece que esto es irrefutable.

Cuando me propuse escribir la novela Expediente Is34:14 supe, e intuía, lo ilógico del mito de los vampiros tal como se les ha popularizado en películas y bastantes libros de esa especialidad literaria. Las razones están descritas en los artículos que transcribo a continuación, y razón por la cual debía resolver el trasunto mitológico que le es característico, pero además nutrirlo con las nuevas mitologías derivadas de los avances científicos. 

Hoy día la superstición no puede ser la base para recrear el mito vampírico, que ya muy poco asusta incluso a los niños (abundan personajes caricaturescos de vampiros, lo peor es la noticia de que expulsen chispitas y vistan aterciopelados trajes). A reserva de profundizar en otro momento en los elementos que se proponen en mi novela, los invito a leer este par de artículos, uno en que científicos explican por qué no son posibles los vampiros tradicionales (para esta fecha la humanidad no existiría en absoluto, ya devorada y transformada), como transmisores de su condición de muertos vivientes desde la fundación humana o aún antes, y el segundo, un interesante cálculo matemático sobre su hipotética proliferación.

En el periódico Crónica apareció este artículo de Rigoberto Aranda:

Los vampiros, matemáticamente imposibles, aseguran científicos


Una mano larga de dedos afilados se desliza lentamente en la tapa del ataúd. Poco a poco, la figura del insepulto, el muerto vivo, surge de su tumba y sus ojos inyectados buscan ansiosamente una víctima. De acuerdo con la leyenda, los vampiros se alimentan de sangre humana. Sus víctimas se convierten también en vampiros, lo cual hace perpetuo el ciclo. Además, son inmortales, a menos que sean incinerados, les dé la luz del Sol o se les entierre una estaca de madera en el corazón. Pero esto, matemáticamente, es imposible.

Científicos de la Universidad Central de Florida publicaron un artículo en la revista electrónica arXiv, especializada en física, sobre los principales mitos de fantasmas y ultratumba y sus probabilidades científicas. De acuerdo con ellos, una simple progresión geométrica deja a los vampiros sin futuro, a menos que fuese a costa de la humanidad.

Si cada vampiro, desde el inicio de su leyenda, se hubiera alimentado de un humano al mes —poco probable por el voraz apetito que les atribuye—, ya hubieran convertido a todos los humanos, pues cada vez serían más ellos y menos nosotros. La tasa de incremento-decremento, respectivamente, sería constante hasta eliminar a los humanos.

Sexto sin-sentido
La presencia de fantasmas se asocia, según todos los testimonios descritos por la gente, con un aire helado inexplicable. “Hay explicaciones racionales para estas corrientes súbitas de aire frío, aún en habitaciones cerradas y climatizadas, dado que existen “fugas” de aire en los intersticios de las paredes.

Las investigaciones en casas embrujadas, incluida la galería de Hampton Court Palace en Londres, cuya historia fue llevada al cine, demostraron que se trataba de corrientes en la estructura de madera del vetusto edificio”, explicaron los expertos. Las otras propiedades clásicas, caminar en el aire y atravesar las paredes, son todavía imposibles, a pesar de que se ha descubierto que esto sí ocurre en el nivel cuántico.

Sobre la posibilidad de comunicarse con los muertos, la moderna neurofisiología ha demostrado que las personas que escuchan voces y tienen alucinaciones visuales y auditivas son víctimas de un funcionamiento alterado de algunas regiones del cerebro, sin que necesariamente se trate de conductas esquizofrénicas o psicóticas.

“La Resonancia Magnética Nuclear ha encontrado muy recientemente estas zonas, y se estudia cómo se relacionan con otros componentes fisiológicos. Para quienes oyen voces o ven personas, la posibilidad de ligarlas con personas conocidas —vivas o muertas— es natural”.

Zombis, la única neta

Pero en cuanto a la experiencia zombi, hay al menos un caso documentado de un adolescente haitiano, llamado Wilfred Doricent, quien después de presentar crisis convulsivas y emitir ruidos guturales durante ocho días, tuvo rigor mortis y ausencia de signos vitales evidentes.

Wilfred fue declarado muerto oficialmente y enterrado, para luego ser visto deambulando por las calles cercanas al cementerio. Esta aparente zombificación —de alguna manera hay que llamar al fenómeno— fue estudiada cuidadosamente, y después se confirmó que unos practicantes del vudú, una religión ecléctica que se practica en Haití, dieron al joven una poción con polvo de pez globo.

Wilfred en realidad fue envenenado con una sustancia que produce severa parálisis respiratoria y cardiovascular a los humanos, la mayoría de las veces mortal, pero en algunos casos, capaz de presentar los síntomas y signos atribuidos a los supuestos zombis.


Ahora bien, en su blog, Oriol Canosa propone estos cálculos en un artículo, que aquí también se reproduce:

Los vampiros y las matemáticas

Los vampiros están de moda. De hecho, siempre lo han estado, como mínimo durante los últimos 200 años. Sobre ellos se han escrito libros, hecho películas y dibujado cómics; son un fenómeno como los extraterrestres, los dragones o los superhéroes, un icono de nuestra civilización.

El problema es que hay quien cree que existen realmente, o como mínimo no los descartan. En casos como éste, lo mejor es hacer cuatro números. Vamos allá.

No sabemos desde cuándo hay vampiros; algunos libros y películas insinúan que en tiempos de los faraones ya había, pero para ser conservadores empezaremos en épocas mucho más recientes: todas las leyendas coinciden en aceptar que en la edad media los castillos perdidos en mitad de bosques centroeuropeos estaban llenos de ellos.

Pongamos el 1200 como año de nacimiento del primer vampiro, una fecha muy tardía, para que nadie se queje. Pues bien, en el año 1200 tenemos a nuestro primer vampiro, volando de noche por encima de nuestras cabezas buscando un cuello fresco para cenar.

Según la mayoría de leyendas, cuando un vampiro muerde a alguien y se bebe su sangre esta persona muere y se convierte en un vampiro. Lo que no sabemos es cada cuándo debe comer: ¿cada noche, cada semana, cada luna llena? 

Sigamos siendo muy conservadores: imaginemos que un vampiro tiene suficiente con comer una vez al año, una cifra muy lejana de las tres comidas diarias que necesitan el resto de homínidos para funcionar. Durante el primer año, 1200, nuestro inmortal vampiro caza una víctima, se la bebe y la convierte en vampiro, o sea que el 1 de enero del 1201 ya son dos los vampiros que aterrorizan a la humanidad.

Al cabo de un año serán 4, porque se supone que los dos se han comido una víctima cada uno para poder sobrevivir. En 1204 serán 8, en 1205 serán 16, en 1206 serán 32. Cada año se multiplicará por dos el número de vampiros, y hacia 1225, un cuarto de siglo después, esta progresión exponencial habrá llegado a los 16 millones de vampiros sobre una población total en el planeta de unos 450 millones de habitantes.

Seguimos. Nueve años más tarde, en 1234, la población vampírica habría llegado a los 8,000 millones de individuos, un número superior al de los habitantes que tiene el planeta a inicios del siglo XXI.

Si siguiéramos hasta la actualidad, necesitaríamos un buen ordenador para calcularlo, y nos saldría un número muy superior al de todos los granos de arena del planeta juntos. Con estos datos queda claro que la especie vampírica es absolutamente insostenible (todavía más que la nuestra), y eso que no hemos calculado qué pasaría si cenaran cada noche.

Teniendo en cuenta, como dijimos la semana pasada, que todavía no hemos conseguido crear sangre de forma artificial, los vampiros lo tienen bastante mal para existir. Y es que somos lo que comemos. 

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